4. Iniciativa

¿Tomar la iniciativa?

Somos hijos de una sociedad en la que se nos ha educado para tomar la iniciativa en la creación de microempresas, para montar un negocio o para buscar el sustento de nuestras familias con ingeniosas formas de economía informal. Somos creativos para buscar maneras de colarnos en la fila o para encontrar la forma de aparecer como los más “vivos” haciendo trampas o hallando atajos a las leyes para conseguir nuestros más egoístas propósitos.

Con todo y que hemos sido “educados” para ser ventajosos, ocurrentes e ingeniosos para tantas cosas, creo que una de las muchas ausencias que tiene nuestra educación es que no nos ha enseñado a arriesgarnos, a aventurar, a desinstalarnos y a buscar, con actitudes propositivas, nuevos horizontes para la construcción de mejores y saludables relaciones interpersonales.

Encuentro en mi camino a personas hábiles como comerciantes, como empresarios, para el manejo de las nuevas tecnologías, para el arte o para la ciencia y en muchas áreas de la vida laboral, cultural o económica; pero  esas mismas personas me cuentan que ante un malentendido o una pelea con alguien cercano a sus afectos, o con quien interactúan habitualmente, esperan muchos años a que esa persona los busque y trate de arreglar las cosas con ellos.

Creo que una de las razones por las cuales muchos están esperando que los demás los busquen para restablecer los vínculos rotos es porque cada uno se siente víctima de esa persona por alguna circunstancia vivida tiempo atrás; y desde esa perspectiva es “el otro” quien debe dar el primer paso y acercarse para volver a tender un puente o para pedirles perdón.

Es aquí donde aparece la necesidad de encontrarse con Dios, porque sin una experiencia personal con Él, seguirá la vida siendo leída desde la mirada de una víctima y no desde la asunción de las propias responsabilidades en la destrucción de dichas relaciones.

El evangelio de Juan (Jn 20,19-ss) nos presenta una escena maravillosa para entender lo que es dar el primer paso para la reconstrucción de las relaciones destruidas. Nos cuenta el autor que la primera acción de Jesús después de ser resucitado por el ABBÁ fue ir a buscar a sus discípulos que se encontraban en una habitación y tenían las puertas cerradas por miedo; y sin echarles en cara sus traiciones y errores, va, atraviesa los muros y les desea la paz.

La última vez que Jesús había estado con sus discípulos antes de ser arrestado y luego brutalmente asesinado por la complicidad entre el establecimiento religioso judío y el poder opresor del imperio romano, había sido en el Monte de los Olivos. Cuando llegaron los soldados del sanedrín judío a prender al Maestro, sus discípulos lo dejaron solo, huyeron y lo abandonaron. Sí, esos que habían prometido dar sus vidas por él y pelear hasta el final…  Uno lo vendió por unas monedas; otro sacó la espada y atacó a un criado, éste mismo lo negó tres veces delante de personas que no tenían poder para hacerle ningún daño; otro se fue desnudo porque al huir dejó hasta lo que tenía puesto (Cf. Mc 14,52), y luego, los demás, avergonzados, miraban de lejos.

A esos que lo traicionaron, lo negaron, lo abandonaron y se avergonzaron de Él en el momento más difícil de la vida es a quienes Él mismo va a buscar como primera decisión después de haber sido resucitado.

Pareciera que la clave para poder tomar la iniciativa en la reconstrucción de las relaciones interpersonales que han sido fracturadas es haber pasado por el proceso de la resurrección, es decir, de la transformación de la muerte a la vida y ya no ver las cosas como se veían, sino empezar a verlas con unos ojos nuevos y con la esperanza propia de saber ser una persona vencedora y no una víctima.

Si te fijas en el texto del evangelio de Juan que está a la base de esta reflexión te darás cuenta de que Jesús se pone en medio de esa estancia donde se encuentran los discípulos y no les echa en cara el haberlo dejado solo o por haber fracturado la relación al falsear lo que habían prometido; no les enrostra sus errores ni mucho menos se comporta como una víctima pasiva que espera que lo busquen para pedirle perdón.

Más aún, a esos mismos que están encerrados por miedo, pero a quienes Él ha amado profundamente, los capacita para que salgan del encierro y se conviertan en embajadores y ministros de reconciliación, de perdón, de esperanza, dejando atrás el miedo, y convirtiéndose en protagonistas de una novedosa manera de enfrentar la vida y de contagiar la Buena Nueva para todos.

Es urgente enseñarle a las nuevas generaciones (de seres humanos y de cristianos) que una de las habilidades más importantes es la de empoderarse de la propia existencia, la de tomar el control de las decisiones y evidenciar que se tiene el corazón sano y fuerte al mostrar que se es capaz de tomar la iniciativa y dar el primer paso para perdonar y también para alejarse de los escenarios y las personas que no aportan y que por el contrario le hacen mal a una vida que quiere ser cada vez más digna.

Creo que en este día podrías abrirle las puertas de tu vida a Jesús y pedirle que te resucite, que te rescate de la muerte que hay en tu corazón, que te dé la capacidad de dejar de verte como víctima y a esa persona que te hizo daño no vuelvas a verla como tu victimario, sino asume, tranquilamente tu corresponsabilidad en lo ocurrido; atraviesa los muros de argumentos y justificaciones que te has dicho por tanto tiempo para mantenerte lejos de quien te maltrató, y búscala para llevarle la paz que tu corazón necesita, aunque creas que esa persona no se lo merezca, y aléjate de ellos lo antes posible si es que su toxicidad te deteriora la paz tan anhelada.

Piensa en cuáles cosas de tu vida necesitas tomar la iniciativa sabiendo que nadie más va a hacer lo que te corresponde a ti y sólo a ti. Estoy seguro de que descubrirás que no hay algo tan enriquecedor para tu vida como tomar las riendas de tu existencia y dar el primer paso para conseguir lo que tu corazón anhela. Es más, ten presente que Dios no hace ni hará nada de aquello que te toque hacer a ti; si tienes que buscarte a ti mismo y pedirte perdón por algo que nadie más sabe, este es un buen momento para hacerlo. Pero si además debes buscar a algún amigo, familiar, vecino, miembro de tu comunidad, compañero de estudio o trabajo y volver a empezar en esa relación, debes hacerlo tú.

Si tienes que conseguir trabajo eres tú quien debe salir y tocar las puertas necesarias; si debes subsanar alguna deuda, eres tú quien debe asumir ese compromiso con la responsabilidad que amerita, si tienes que cerrar un capítulo que aun permanece abierto y te sigue hiriendo y haciendo daño, eres tú quien tiene que asumir esa tarea cuánto antes. Estoy seguro de que Dios te va a dar la fuerza y te mostrará los mejores caminos, pero con certeza, Él no va a ocupar tu lugar en nada.

Dios no te exime de tus responsabilidades históricas porque no quiere que seas fugitiv@ de tu historia ni tampoco quiere que seas un ser humano mediocre, por el contrario, el buen ABBÁ quiere que seas protagonista de tus nuevos rumbos y te parezcas a Él al tomar las iniciativas que tu historia requiere.

¡Ánimo! Estoy seguro de que al hacer lo que tienes que hacer, tu vida será fortalecida y te sentiras orgullos@ al ver de todo lo que eres capaz y que no sabías que podías conseguir con tus fuerzas apoyándote en tus nuevas claridades.

Un gran abrazo.

Pacho Bermeo

3. Desde la Soledad

Desde la soledad

“¡Qué doloroso es sentirse solo aunque se esté rodeado de mucha gente!”. Este es uno de los comentarios más comunes que me hacen a diario en los lugares a donde voy y que evidencia la urgente necesidad que tenemos los seres humanos de sentirnos acompañados por personas que nos comprendan y nos ayuden a caminar por la vida.

Si te sientes identificado con esta realidad tan común, te tengo una buena noticia: Dios es persona -es más, son Tres-, y nunca se va… No es una energía cósmica que da ciertos poderes extrasensoriales y que se mantiene en la estratósfera inalcanzable. ¡No! Es Persona, y eso significa que tú y yo podemos y debemos construir una relación interpersonal con Él, a partir de descubrirlo cercano, implicado en todo lo que vivimos y además interesado en darle sentido a cada aspecto de tu existencia.

Si te das la oportunidad de tener una experiencia de intimidad con Dios, estoy seguro de que nunca más te sentirás solo o incomprendido. La manera de empezar a construir esta relación personal con el buen Dios es muy sencilla: nosotros lo conocemos como “oración” y solo requiere disponibilidad de corazón y afinar un poco los sentidos para ver, sentir, escuchar, percibir y disfrutar de sus respuestas.

Creo que podríamos decir que la oración es un diálogo que tiene tres partes:

  1. Tú le hablas a Dios y le cuentas la lectura que haces de las circunstancias que estás viviendo y cómo te sientes frente a lo que vas enfrentando.
  2. Dedicas un tiempo a “sintonizar” tu corazón y tus sentidos con la frecuencia de amor y múltiples maneras en las que Dios responde y lo escuchas atentamente.
  3. Diseñas estrategias concretas para actuar de acuerdo con lo escuchado; de esa manera, la oración se traduce en acciones y no en palabrería.

Me gusta pensar en la oración a partir de un texto del Antiguo Testamento (1R 19,1-16) en donde el protagonista es un hombre llamado Elías, que tenía como oficio dado por Dios el de ser profeta. Como consecuencia de su trabajo como presencia de Dios en medio de su pueblo fue perseguido y amenazado de muerte; al tener que huir se sintió solo, sin fuerzas, deprimido, triste y con ganas de “tirar la toalla”.  En medio de esa crisis llega casi a rastras hasta el monte Horeb, entró en una cueva y pasó en ella la noche. Al día siguiente Dios lo buscó y le preguntó acerca de lo que sentía y lo que estaba viviendo, a lo cual Elías le vuelca su corazón en la oración y le cuenta lo que sentía que le estaba pasando; entonces, Dios le dice que salga de la cueva ya que va a pasar junto a él.

De una hermosa manera, llena de recursos literarios y bellas simbologías, nos cuenta el escritor del texto que, de pronto, hubo un huracán tan fuerte que se rompían las rocas y se agrietaba la montaña; después de esto se desencadenó un terremoto y para rematar se levantó un incendio… Esta narración dice que en ninguno de estos fenómenos impresionantes estaba pasando la presencia de Dios.

De un momento a otro se suscitó una suave brisa y, cuando Elías la sintió se cubrió el rostro porque percibió que en ella pasaba Dios. ¡Qué tremendo momento de oración el de este hombre!  Se nota claramente que Elías tenía una relación tan profunda con Dios que incluso en medio de esa crisis tan fuerte que estaba atravesando, podía discernir cuándo los fenómenos impactantes y extraordinarios eran sólo “fuegos artificiales” pero no presencia de Dios, y cuándo una suave brisa, delicada y, a la vez poderosa, era el paso del Señor.

Dios le dice a Elías que baje de la montaña y vaya a seguir cumpliendo con sus labores como profeta. Lo que vivió en la cumbre del monte: Inteligir el paso de YHWH en medio de tanto distractor “Hollywoodense”, lograr sentir a Dios así de cerca y dejarse conmover por su delicada presencia, ahora se convierte en el motor y la fuerza necesaria para regresar a la planicie y retomar su vida cotidiana, pero desde una novedosa perspectiva de amor y servicio.

Deseo que te tomes el tiempo que necesitas para buscar en Dios el refugio y la compañía que tu corazón anhela, y ya sea que te encuentres en un momento de felicidad plena, de gran angustia o de dolorosa crisis, espero que tengas la certeza de que Dios está ahí contigo esperando que empieces a construir una fuerte relación con Él sustentada en la sencillez de la oración que brota de la transparencia con la que un amigo le habla a otro o con la que un hijo le murmura a su Padre-Madre.

Sin duda, orar se irá convirtiendo para ti en la progresiva toma de conciencia del paso de Dios por tu vida, de su compañía, de sus cuidados, de su ánimo para enfrentar las adversidades y de la complicidad de su cercanía en tus triunfos y alegrías. Irás descubriendo que a orar se aprende orando y que en la medida que vas convirtiéndolo en un hábito vital, irás experimentando que empiezas a ver la vida desde la perspectiva de la esperanza, que lo que hasta ahora eran problemas y pruebas terribles, se transformarán en enormes oportunidades para crecer y para aportar a los que te rodean una comprensión nueva sobre la vida.

Tengo la certeza de que uno de los indicadores que experimentarás cuánto más ores es que te empezará a doler el dolor de los que te rodean y no podrás volver a vivir en indiferencia ante las injusticias y las necesidades de los demás y, seguramente, no tendrás que pedirle permiso a nadie para abrazar, besar, acariciar, dialogar, escuchar o cuidar a quienes cerca de ti están muriendo en vida sin alguien que los rescate.

Dios pasa como una suave brisa que refresca la vida y alivia las horas en donde sientes que todo está perdido y renace en ti la paz y la esperanza que tú y los tuyos anhelan y requieren.

Pienso en los que tienes cerca, que en este momento están viviendo en medio de una gran soledad, y tengo la confianza de que el TodoAmoroso Salvador va a hacerse cercano, providente y fuente de consuelo para ellos a través de tu vida y tus gestos de proximidad.

Gracias por acompañarme en este blog “entre líneas”. Espero que sea de bendición para ti y para muchos a través tuyo. Nos volveremos a encontrar en 15 días.

Un gran abrazo.

Pacho Bermeo